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¿Qué Vd. se casa? ¿De veras? 4.

¿Y por qué no, señor mio? Tienen las sábias, además de otras desgracias, la de ser incasables?

—Pero...—dijo D. Galo sin prestar atencion á lo que decia Clemencia, y esperando aun que lo dicho fuese una broma;—pero... ¿quién es el dichoso?

• —El dichoso, porque á fé mia que lo será!—es Don Pablo Ladron de Guevara, mi primo, y desde ahora el amigo de los que lo son mios.

Pablo alargó sonriendo la mano á D. Galo.

—Sea en buen hora.... sea para bien! tartamudeaba cortado D. Galo, felicito.... tomo parte.... celebro.... ¡los Guevaras están predestinados!... Y entre anto, exa minando la persona de Pablo, que vestido de traje de ciudad no tenia el aire de un petimetre de los modernamente desiguados con la palabra inglesa dandy, se decia á sí mismo. ¡Quién es capaz de comprender los caprichos de las bellas hijas de Eva ¡Vea Vd., Clemencita, que hubiese podido escoger entre la flor y la nata!.... yo la creia incasable!... si hubiese sospechado lo contrario!... ¡Casarse! ¿A qué santo? ¿No estaba tan bien asi? ¡Me he llevado chascol—no seré el solo.

—Don Galo, añadió alegremente Clemencia, este es un gran secreto; pero que no me importa que todo el mundo lo sepa.

—A muchos lo callaré, contesto en su tono galanto y con su mas chusca sonrisa D. Galo, porque no me gusta ser portador de malas nuevas .