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con alborozo la mortaja de esa sepultura. ¡Pues qué!

¿Piensas acaso que la mujer al tomar estado, sigue la senda natural y derecha, si en lugar de pensar en re cogerse, en dedicarse á los santos y dulces deberes de esposa y madre, reniega de ellos y solo piensa en entregarse á las diversiones, al bullicio, al mundo exterior y á, las distracciones? ¿Asi truecas los frenos?

Asi desvirtús la santa mision de la mujer?

—Novelerías morales, repuso Alegría. ¡Con veinte y cinco mil duros de renta, vivir en un villorro! ¡Vamos, vamos! Eso no es solo chabacano, sino do, y no se vé mas que entre nosotros.

—Te equivocas, Alegría; en todas partes, y sobre todo en Alemania, viven las familias nobles en sus estados ó en sus haciendas, y solo pasan temporadas en las capitales, en los sitios de baños ó viajando; nosotros tambien pasaremos temporadas fuera, ya por Semana Santa en Sevilla, ya en el verano en los banos; pero abandonar la casa solariega, eso nunca: sería una falta de aprecio y amor filial á la familia, y una degeneracion, pues no es noble el que es descastado.

—Lo venidero no está escrito; le has tomado el gusto á Sevilla: veremos lo que sucede en comiéndote el pan de la boda; y si entónces piensas aun, á lo Butibamba, que es degenerar no vivir en un villorro.

¡Vaya, vaya! yo que creia que los libros servian, no para fomentar, sino para desarraigar añejas preocupaciones!...