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—Pues decidle al menos que fué mi intencion enviarle un brillante que encierra para mí un triste recuerdo: deseando que tuviese para ella uno grato, recordándole un amigo. Decidle que si ella desdeña las menorias, yo lo deploro, pues me priva, al partir, del consuelo de que conserve una mia.

—Todo se lo diré. textualmente, señor D. Jorge, confie Vd. en mi, que tengo buena memoria y mejor voluntad; en cuanto á la otra potencia, no puedo competir con Vd. ni con Clemencia, lo conozco; pero en fin, en esta ocasion no es necesaria.

—No, no, repuso Sir George, no es necesaria, y estaria absolutamente demás.

Sir George estaba muy lejos de haber dado este paso, llevado por su corazon, ni por un sentimiento tierno y triste.

Eran los móviles que le dirigian en esta ocasion, primeramente tener noticias exactas sobre el hombre que Clemencia habia preferido, las que nadie podia darle como D. Galo, que era el más imparcial y justo juez en la materia, porque nunca mentia ni en contra de sus contrarios, ni en favor de sus amigos: el segundo objeto que tenia, era probar á quien pudiese tener sospechas de su amor á Clemencia, que muy lejos de sentir despecho, era él el primero en celebrar el enlace de su amiga con un obsequio; y por último, lo que hacia era por una especie de presuncion vanidosa, deseando borrar la impresion de su acerba carta, y dejar en la memoria de una mujer del