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valer de Clemencia, el recuerdo suyo bello, poético, é interesante como lo es la tristeza de un amor desgraciado, y el arrepentimiento de un noble pecho.

Sir George salió aquella noche para Cádiz.

A la mañana siguiente despues de volver de la iglesia se casaron Clemencia y Pablo en casa de su Tia, y partieron para Villa—María.

Al llegar, hallaron reunidos, no solo á los muchos criados de la casa, pero casi á todo el pueblo, que los recibió con las más marcadas y sinceras muestras de adhesion y cariño. Juana lloraba de alegría. Sus nietas se abalanzaron á Clemencia besando su vestido.

Miguel Gil y los demás criados enternecidos, bendecian á los novios y repetian: — —¡Tal para cual!.... ¡Si no podia dejar de suceder!

Hasta la tia Latrana se hizo lugar para dar la bienvenida á Clemencia, y pedirle los dulces de la boda.

Clemencia entró enajenada en los cuartos que había habitado, y que halló en el mismo estado en que los dejó. Sus flores esparcian sus más suaves fragancias, los pájaros lanzaban sus mas alegres cantos como para darle la bienvenida. De todo esto habia cuidado Pablo con el esmero con que conserva y dá culto el amor á los recuerdos.

Clemencia se sentia tan apaciblemente feliz como el navegante que despues de correr una tormenta y estar pronto á naufragar, vuelve á pisar la tierra Y á sentarse en su hogar. Todo lo miraba y acariciaba CLEMENCIA.

TOMO II. 17