mayor una gorrita, retono de la de márras, igualmente guarnecida de pieles.
—¡Miren! exclamó al verla Alegría: ¡ha resucitado Robinson Crusoé!
—Cate Vd., dijo otra, un vestido de piel de oso forrado en lo mismo: es un regalo del emperador de Rusia.
—¡Quel añadió la tercera, es un uniforme viejo de su marido, huele á polvora francesa y está picado.
—Y ella tambien; ved los ojos que nos echa.
—A que le echo yo en cambio un requiebro? dijo Paco Guzman, que era un jóven bien parecido, de uua noble y pudiente casa de Extremadura, de muchas luces, muy vivo y muy ligero de sangre y algo aturdido, que ocupaba el primer lugar entre los apasionados de Alegría.
—Cuidado, observó ésta, que Doña Eufrasia es de las que dicen una fresca al lucero del alba, y se quedan preparadas para otra.
Pero Paco Guzman no la atendia, porque se habia acercado á la abrigada señora, y le decia: —Mi Coronela, hasta hoy no he comprendido toda la admiracion y todo efecto que puede causar la Moscovita sensible.
—Pues por mí, contestó la requebrada, no acabo de comprender las pretensiones que teneis vos de pertenecer á los Guzmanes Buenos, no teniendo un pelo de bueno. Bien hacen los Medina Sidonia, asi como todo el mundo, en no reconoceros por tal.