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En cuanto á Alegría, la risueña niña no habia fijado aun su corazon, que guardaba como un sultan su pañuelo, dudando aun á quién favoreceria con él.

Entretanto recibia incienso como tributo debido, sin que este ofuscase su vista, ni le impidiese distinguir y calificar las manos que se le ofrecian.

Aunque nada le habia dicho su madre sobre el proyectado enlace de su hermana, como esta señora no sabia disimular, y nénos que nada su mal humor, Alegría lo habia comprendido todo al notar las conferencias secretas de ambas, y oir en seguida á su Madre hacer á todos un brillante elogio del recomendado de su hermana, el Marqués de Valdemar, que hahia de llegar en breve, y echar á renglon seguido las mas furibundas indirectas á Constarcia, anatematizando á las niñas caprichosas, rebeldes y voluntariosas, raras y díscolas, que no atienden á los consejos de sus Madres, y suelen hacer en su juventud disparates que pesan despues por toda su vida.

—¡Buena tonta es mi hermana, pensaba Alegría, en perder semejante suerte! ¡y eso por ese cena á oscuras de Bruno, que es por cierto un novio á pedir de boca! Bien dice el refran, que no es la fortuna para quien la busca, sino para aquel á quien se viene á las manos les Cuando Clemencia vino á casa de su Tia, como su belleza era tan notable, tuvo una brillante acogida.

Una voz general se levantó para celebrarla; por ocho dias no se habló en Sevilla sino de la hermosura y: