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inapreciado por la injusticia y la malevolencia, entre tanto que se engarza en oro y se ostenta un mal pedazo de vidrio! ¡Cuántas violetas florecen y mueren á la sombra! ¡Triste justicia humana, cuya balanza se inclina al soplo lijero del albedrío, al impertinente fallo de la pedante medianía, ó al venenoso tiro de la envidia!

Clemencia se convenció de que aquel primer entusiasmo que habia inspirado, habia sido una benévola bienvenida en obsequio de su Tia, y que cada cosa habia vuelto á su lugar.

Si hay algo que enternezca profundamente, es el ver sufrir injusticias, no con resignacion y paciencia, sino sin graduarlas de tales; es el ver la humildad que ignora su mérito, y la bondad que quita á los abrojos sus espinas, esto es, á los procederes hostiles sus malas causas.

Si alguna vez un desabrimiento ó una dureza la hacian llorar, bastaba una palabra ó una mirada benévola para consolarla, secar sus lágrimas y traer la sonrisa á sus lábios. Esto lo hallaba á veces en su Tia, que á pesar de su displicente carácter, era en el fondo bondadosa, y al ver llorar á su sobrina, el dia que estaba de mal humor se impacientaba; pero el dia que lo estaba de bueno, le daba lástima, y entónces le dirigia la palabra con agrado, ó la obsequiaba con algun regalito, lo que hacia rebosar de gratitud el corazon de aquella niña, porque la gratitud en los corazones sanos y generosos es como el salta-