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lastre con frac; ¡y cuidado cómo te ries delante de él! que aturrullas al pobre hombre.

De ahí á un corto rato, se volvieron á oir las zancajadas del diligente fámulo, que entró con su mas radiante sonrisa y sus más contoneados movimientos.

Traia en la mano un bulto liado en papel de estraza.

—Ahí tiene V. S., dijo presentándoselo á la Marquesa.

—A mí no me lo dés, dijo ésta; llévalos al comedor y ponlos bien puestos en un plato de los de postres.

—¡Qué mal olor! exclamó Alegría. ¡Jesus! ¿qué és eso? ¿Qué trae ese hombre que ha inficionado todo el cuarto? ¿Qué es eso? á ver.....

Pepino se volvió, y dijo entreabriendo el papel: —Son los arenques, señorita. Véalos su mercé.

—¡Vete, corre, tira eso! exclamó Alegría, soltando la risa, y dile á Andréa que venga á sahumar.

—¡Qué torpe! ¡qué ganso! dijo con acritud Constancia.

—Pues no me los mandaron traer? repuso Pepino con dignidad ofendida.

—Vete, lárgate, desaparece con tus arenques, grito Alegría.

Pepino asustado con el grito de Alegría, dio una vuelta tan brusca que todos los arenques cayeron al suelo.

A poco fueron á comer.