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—Suspéndalo Vd. por ahora, señora. ¿Quién sabc si el Marqués, puesto que es un hombre de tanto mérito, tendrá mas influencia sobre Constancia que no la voluntad que manda y los consejos que apremian?

—Dice Vd. bien una vez en su vida, D. Silvestre: es muy probable que sobre esa niña díscola y rebelde, pueda mas un buen mozo que una buena madre.

Le aseguro á Vd. que el dia que se case esa perlita, le mando decir á San Antonio una misa cantada, y siete rezadas á Santa Rita.

— A poco se presentó el Marqués, con el que estuvo el ama de la casa tanto mas agasajadora, cuanto que quedó prendada de él: cosa que sucedia generalmente á cuantas personas le trataban, aun sin desearlo poryerno. Pero por mas recados que durante la visita mandó la Marquesa á su hija Constancia, ya por Clemencia, ya por Andréa, ella no permitió presentarse, excusándose con que tenia jaqueca..

Alegría trató de indemnizar al recomendado de su Tia, explayando todas sus gracias, y mostrándose la mas amable y festiva. Entretuvo á hizo reir á Valdemar con la pintura burlesca de la sociedad de Sevilla y de cuantas personas la componian.

Entretanto Clemencia, silenciosamente sentada cerca de una ventana, continuaba haciendo su labor, que era un pañuelo de manos con guardilla primorosamente calada, para su Tia.

Apenas paró en ella la atencion el Marqués.