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principalmente para aquelios estados, donde una criminal filosofia pretende sostituir sus miserables lecciones a las máximas consoladoras de un evangelio acomodado á nuestra flaqueza. Por lo demás el Congreso constituyente ha creido, que no eran del fuero de la ley las opiniones particulares, que no interesan el órden público; y que el corazon humano és un Santuario, que debe venerar desde lejos. To omo Al léer la historia de las antiguas naciones: ós asomhrareis, ciudadanos, de sus disturbios y disensiones sin ribera. Despues de mil debates terribles, era el último resultado abandonar los pueblos á la suerte siempre incierta de las armas. Mal combinados los poderes: sin una linea fija que los demarcase: sin equilíbrio las fuerzas; nadie era tan superior á sus flaquezas, que no le hiciesen ilusion sus pasiones. Todo era efecto de que la política aun no habia salido de su infancia. Las luzes de los siglos posteriores sacabaron de perfeccionarla; y todas han venido en socorro de la constitucion, que ós presentamos. No ha cuidado tanto el Congreso constituyente en acomodarla al clima, á la indole y á las costumbres de los pueblos, en un estado donde siendo tan diversos estos elementos, era imposible encontrar el punto de su conformidad; pero sí á los principios generales de órden, de libertad y de justicia: que siendo de todos los lugares, de todos los tiempos, y no estando á merced de los acasos, debian hacerla firme é invariable.

Despues de nueve años de revolucion llegó por fin el momento, ciudadanos, que tuviesemos una Constitucion. Ella encierra los verdaderos principios del órden social; y estâ dispuesta de manera, que comunicando un solo espíritu, crée