310 ISONDÚ
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Lucha por la vida %.
Esa noche, mientras rodeábamos el fogón en que se preparaba nuestra cena, bien pobre por cierto, dijo Matías :
— Voy a hacer un poco de pan para mañana. Es bueno salir a excursionar y a buscar carne fresca... ¿De qué sirve estar com. enterrados en esta playa?
— ¡Claro! — gruñó Oscar. — Por mi parte voy a arre- glar los anzuelos...
— El anzuelo — corrigió la Avutarda — ¡por casua- idad se salvó uno!
— ¡Bueno!... ¡Los anzuelos! ¡Ése y uno que yo tengo son dos... me parece!
Y como en ese momento Matías extendiera un pedazo de vela que le iba a servir de mesa para el amasijo, me acerqué y le dije :
— ¡Le voy a ayudar!... ¡Esto va a ser para los dos, de todos modos!... Yo mañana me voy con usted... La verdad es que no es bueno amohosarse.
Y miré a Smith que, triste y silencioso, contemplaba el fuego, teniéndose le cabeza con las manos y que pare- cía no vernos ni oirnos.
Nos pusimos al trabajo y pronto estuvo tomada la masa, es decir, preparada una pasta hecha con galleta mojada.
— ¡Nosotros no precisamos gran cosa : ya verá!... Yo hago pan lobero, que es el mejor para las marchas.
Y tomando uno de los baldes de fierro, echó la pasta
(1) « Después del naufragio, »