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A. RIVERO
 

El pedazo de cañón que separamos se conserva actualmente en el Arsenal de Washington.

La concusión de nuestros propios cañones hizo considerable daño en los camarotes altos del buque, que eran de madera muy ligera, y a causa de esto muchos tabiques saltaron en astillas, sucediendo lo mismo con la puerta de mi camarote, que voló hecha pedazos. El refrigerador del agua, que estaba en el comedor, con la concusión de los disparos despidió su tapa hacia afuera, y atravesó, como un proyectil, toda la habitación, y un farro lleno de agua, en un camarote cercano, también se hizo pedazos.

Pocos días después del combate se inició un gran fuego en las carboneras altas que protegían las calderas; tratamos de apagarlo; pero los gases asfixiaban a los hombres, y tampoco fué posible inundar el carbón, porque el agua resbalaba ^sobre las pilas, sin penetrar más allá de dos pulgadas; solamente tuvimos éxito, p el incendio fué dominado, sirviéndonos de un tubo de hierro que introdujimos en el carbón y a cuj^o extremo del tubo acoplamos una manguera conectada a la bomba. En total, j? durante todo el tiempo de nuestro crucero, hubo más de veinte fuegos a bordo.

El día 4 de julio celebramos la gran fiesta nacional con juegos atléticos y además, como extra, con otro incendio que se declaró en las carboneras.

Si puedo hacer a usted algún otro servicio, no vacile en ordenármelo. Tendré un verdadero placer en a])udarle, en algún modo, en la preparación de su libro. En tanto, quedo su más cordial.