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A. RIVERO
 

Los grandes daños, sin embargo, que aseguran los americanos hicieron a dichas baterías en diferentes ocasiones, ahora está probado que fueron exageraciones e ilusiones....., después de todos los bombardeos de Santiago, sólo un cañón fué desmontado en cada una de las baterías del Morro y Socapa.

Desde mayo 26 hasta julio 2, aquellas baterías, artilladas algunas de ellas con viejos cañones de avancarga, y montando piezas de 15 y 16 centímetros las más fuertes, sufrieron ocho terribles bombardeos. El citado teniente Jacobsen, ocupándose de dichos bombardeos, se expresa de esta manera:

El resultado final de los numerosos bombardeos fué solamente un cañón fuera de combate en el Morro y otro en la batería de Socapa. Las pérdidas de vidas fueron únicamente unos pocos muertos y heridos. La batería de Punta Gorda, la única posición importante en caso de que se tratase de forzar la entrada del puerto, no fué inutilizada en absoluto. Como ya he dicho, me es imposible consignar el número total de proyectiles disparados por los buques americanos para obtener tan modesto resultado. De todas maneras, ese número no guarda proporción con el resultado, y ha probado, una vez más, el hecho, bien establecido por la historia de las guerras navales, de que las fortificaciones de costa son extremadamente difíciles de destruir, aun con el gasto de grandes cantidades de municiones.

El plan de guerra del Gobierno español tenía como objetivo principal la defensa de Puerto Rico. Cuba, además de bastarse a sí propia, de un modo o de otro sería independiente, y por esto la escuadra de Cervera recibió órdenes precisas para recalar a San Juan o a cualquier otro puerto de aquella isla. El generalísimo Miles, que conocía estos planes, trazó los suyos desde comienzos de la guerra para una inmediata campaña contra Puerto Rico, iniciada por el ataque y captura de San Juan. Si este ataque tenía éxito, todas las comunicaciones entre España y Cuba quedaban amenazadas de flanco, y si los cruceros de Cervera o los buques auxiliares que pudieran armarse en corso, intentaban un raid sobre las costas americanas, siempre tendrían a retaguardia, y siguiendo su derrotero, un núcleo de buques enemigos al amparo de la base naval dé San Juan.

Puerto Rico era el punto-llave de la defensa, y, además, hueso más fácil de roer. Imposible hubiera sido para sus defensores resistir el empuje del formidable ejército concentrado en Tampa. Tomado San Juan y aun suponiendo que las tropas de toda la Isla se acogiesen a las montañas, ¿con qué recursos de boca y guerra, con qué recursos de municiones podían contar después de bloqueados los demás puertos? No cabe dudarlo; este plan del general Miles tenía un ochenta por ciento de probabilidades a su favor.

Así lo entendían en Wáshington, y a ello prestaron gran atención los hombres del Gobierno. La catástrofe del Maine, bien explotada, había conmovido al país, y un soplo de guerra electrizó a todos sus habitantes. El día 22 de abril, el Presidente llamó a las armas a 125.000 voluntarios, y con fecha 25 del mismo mes hizo otro