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CRÓNICAS
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donde el valle desemboca dentro de otro..... El enemigo fué visto en tres o cuatro grupos, y también fué observado desde el valle; la compañía nuestra, que estaba en lo más alto de la loma, comenzó a disparar, cuando llegaron órdenes del general Garretson para que nos retirásemos.

Un extracto de una carta, escrita por un soldado que tomó parte en este combate, y que entró en fuego por primera vez en su vida, dice lo siguiente:

A la primer descarga, simplemente me sorprendí; e instintivamente me eché a tierra con mi estómago sobre el camino, pero conservando levantada la cabeza para no perder mi oportunidad de hacer fuego. Durante tan terrible tormenta, sentí como si hubiese estado en aquella posición desde mucho tiempo antes; sin embargo, noté que no temblaba ni aun ligeramente. A eso de las seis, cuando estaba acostado cerca del capitán Gihon, hablando del combate, y mientras las balas pasaban rápidamente por tres lados, oí que él se quejaba, dejando caer la cabeza. Entonces latió mi corazón rápidamente, y dije:

«—¿Está usted herido, capitán?»

«—Sí—contestó él.»

Le pregunté entonces que en dónde; se echó a reír, y me dijo:

«—En..... ¡Vamos que no puedo sentarme!»

Una bala Máuser le había entrado por la cadera izquierda; esa bala debió haber pasado sobre mi cabeza, y demasiado cerca. El capitán no dejó el mando, a pesar de su herida, en todo el combate.

Para los que permanecimos en el campo aquella noche, fué ésta de muchas vacilaciones y excitación; durante toda ella se oían muchos disparos. Al amanecer aumentó el fuego, anunciando que el conflicto se aproximaba. Rumores de un terrible desastre venían de todas partes; la misma noticia nos la dió un alto oficial del regimiento, añadiendo que una compañía entera había sido barrida, y que otra tenía grandes pérdidas. El capitán Barret apareció en aquellos momentos, malamente herido en la cara por los alambres de una cerca; la sangre corría por sus mejillas, llenándole los ojos, por lo que fué conducido a la ambulancia y, después de vendado, volvió a tomar el mando de sus fuerzas; poco después, el capitan Gihon fué traído al hospital, y, al mismo tiempo, apareció en el camino un grupo de jíbaros, portando camillas, lo cual nos confirmó en la impresión de que nuestros cirujanos iban a estar muy ocupados. Se preparó todo lo necesario para curar un gran número de heridos, pero entonces llegó la agradable noticia de que solamente había tres en toda la fuerza, noticia que fué causa de gran regocijo en todo el campo... Todo el día estuvimos bajo la impresión de que por la noche los españoles nos volverían a atacar, y se tomaron las medidas conducentes para ofrecerles una calurosa recepción. Como no hubo oportunidad de traer comida para los hombres, tuvieron éstos que trabajar durante el día, construyendo trincheras y otras defensas, sin otro alimento que galletas de munición y agua..... La noche siguiente al ataque nos anunció que los españoles venían, y todos los hombres útiles ocuparon sus puestos. El ayudante Ames, que había salido para el frente, recibió órdenes de retroceder y tomar el mando. Las tropas marcharon fuera del campo, como una milla, donde recibieron órdenes de