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A. RIVERO
 
Tumba, en Coamo, del capitán D. Frutos López.

la noche, y al otro día se le dió sepultura, con honores militares, en un nicho del cementerio, gratuitamente cedido por la Corporación municipal.

Años después el alcalde de Cartagena, ciudad donde Illescas había nacido, logró que los restos de dicho jefe fuesen repatriados. La Casa de España, sección de Ponce, practicó las gestiones y arreglos necesarios, y el día 20 de mayo de 1915, el pueblo de Ponce, en apretadas filas, escoltó hasta la playa el cortejo fúnebre. Las autoridades civiles y militares, todos los hombres más prominentes de aquella ciudad y hasta los cónsules extranjeros, demostraron, después de diez y siete años, que aquel muerto era aún nuestro muerto. El trasatlántico Montevideo, el mismo vapor que condujo a España todas las banderas de San Juan y al general Ricardo Ortega, fué el encargado de transportar las cenizas del heroico comandante del batallón de Cazadores de Patria.

Después del combate.—Los generales Wilson y Ernst, Ricardo Nadal, que estaba agregado al Estado Mayor, y Carlos Patterne, que, como hemos dicho, era guía y hombre de confianza del jefe de la división, se alojaron en la misma casa donde horas había quedado intacto el desayuno del malogrado Martínez Illescas.

Poco después, Florencio Santiago, joven educado en los Estados Unidos, fué confirmado en su puesto de alcalde; en él demostró energía y bastante tacto impidiendo que se cometiesen represalias contra voluntarios y simpatizadores del Ejér-