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A. RIVERO
 

terminado el combate del Asomante, que muchos escritores americanos han llamado batalla, sin duda porque jugaron en él las tres armas, ya que unas parejas de la Guardia civil fueron vistas por las lomas practicando servicios de avanzada.

En cuanto al movimiento de flanqueo que debía ser ejecutado por la brigada Ernst, se suspendió a punto en que toda la fuerza se ponía en marcha. He recorrido más de una vez el camino de rodeo que debía seguir la brigada Ernst, en su operación envolvente, y por lo que vi, y por las noticias que pude adquirir, abrigo la certeza de que las fuerzas españolas se hubiesen visto en grave aprieto en la tarde del día 13 de agosto, si la firma del Protocolo se dilata algunas horas más.

Entrada del camino que flanquea las posiciones del Asomante, y que debía seguir la brigada Ernst.

No puedo resistir a la tentación de traer a estas páginas una carta íntima escrita en las trincheras del Asomante por el capitán Hernáiz, con fecha 14 de agosto de 1898; esta carta llegó a San Cristóbal la noche del mismo día, casi de madrugada, y la conservo entre mis papeles como recuerdo de un valiente oficial, que se ganó por su arrojo, sin lugar a duda, la Cruz Laureada de San Fernando, por haber combatido durante mucho tiempo, con sólo dos míseros cañones de montaña, contra seis piezas de posición, de tiro rápido, valerosamente servidas por artilleros del Ejército Regular de los Estados Unidos. El comandante Lancaster y el capitán Potts, en sus partes oficiales, afirman la autenticidad de mi relato y señalan la eficacia de los cañones españoles bajo cuyo fuego se retiraron después de haber consumido toda su dotación de municiones.

Poco después de este combate tuve ocasión de hablar con uno de los oficiales americanos que en él tomaron parte, y quien mostró gran sorpresa al saber que la batería española estaba artillada únicamente con dos piezas de montaña, y que