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CRÓNICAS
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durante todo el cañoneo sólo tuvo un artillero levemente herido y sus piezas resul- taron sin la menor avería. La carta. He aquí los párrafos más salientes de la carta que escribió, desde las trincheras del Asomante, el capitán de Artillería, Ricardo Hernáiz ¹: Cuando llegué a Aibonito alojé como pude la tropa y el ganado, pues la mayor parte de los habitantes habían huído, dejando sus casas cerradas. En este pueblo estaba, el día 9 de agosto, cuando unos minutos antes del rancho (9 de la mañana) oí el toque de generala y poco después recibí la orden de cargar las piezas y seguir a las posiciones del Asomante, que, como ustedes saben, distan dos o tres kilómetros de aquella población; una vez allí situé la sección en la cúspide de un monte que domina perfectamente la carretera que conduce a Coamo; derecha e izquierda se habían construído algunas trincheras, modelo carlista 2, ocupadas por fuerzas de infantería, al mando del comandante Nouvilas. Un poco adelante, y más abajo de la posición que yo ocupo, hay otras trincheras que defiende una compañía de Volunta- rios, la única que siguió a las fuerzas del batallón Patria, después de la capitulación de Ponce. Desde luego, aquel día, 9 de agosto, tanto la tropa como yo, nos quedamos en ayunas, pues salimos antes de que el rancho estuviese listo; solamente por la tarde pudimos comer algunas mazorcas de maíz, en un sembrado cercano, y donde entraron los artilleros, dejándolo, a su salida, como ustedes podrán suponer. Estas mazorcas las comimos después de asarlas, y por cierto que nos supieron muy bien. Al siguiente día dispuse de algún tiempo para proporcionarme algunas ollas y montar la cocina en un cobertizo provisional que hice construír 100 metros detrás de la posición. El primer rancho, que recuerdo fué muy abundante para desquitarnos del ayuno del día anterior, resultó excelente; matamos una ternera que andaba por el campo y la descuartizamos, diciéndole a su dueño (un mulato que la pastoreaba) que pasase la cuenta para abonársela, lo que tuvo lugar al día siguiente. Volviendo ahora a los sucesos del día 9, les diré que tan pronto subí a esta posición monté el anteojo de batería, quedando a la expectativa, toda vez que oíamos, perfectamente, ruido de cañonazos hacia Coamo. De pronto pude observar que por la carretera y hacia nosotros venía un grupo de 50 jinetes a galope tendido; como esta fuerza usara sombreros color gris y muy parecidos a los de nuestra Guardia civil, dudé al principio si serían amigos o adversarios. Para salir de dudas, avisé al comandante Nouvilas indicándole me diera su opinión. Poco después, y ambos de acuerdo en que los que se aproximaban eran americanos, recibí orden de hacer fuego; apunté cuidadosamente disparándoles hasta nueve granadas ordinarias, y, cuando ya había formado la horquilla, los jinetes, juzgando que tenían suficiente con la experiencia, volvieron grupas, desapareciendo a todo correr; aquel día no se hizo un solo dis más. Por la tarde, ya cerca de la noche, llegó Larrea, y al enterarse de lo ocurrido 1 Hoy coronel de la Escala de Reserva.-N. del A. 2 Esta clase de trincheras se diferencian principalmente de las comunes en que la tierra extraída de las zanjas, en vez de apilarla en forma de parapeto, es transportada a otro sitio para hacerlas invisibles al enemigo. N. del A.