Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/301

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
CRÓNICAS
263
 

cha mía), y allí hizo explosión; vi cómo los sirvientes de las otras corrieron a ésta, por lo que estoy seguro de haberles hecho bajas.

Después siguió el cañoneo, relativamente lento, por temor a quedarme sin municiones. A la media hora de combate ocurrió una avería en la segunda pieza, que me obligó a retirarla a cubierto para proceder a su reparación; en esto tardamos tres cuartos de hora solamente, pues tenía en las cajas piezas de repuesto. Continué disparando con granada de metralla, no teniendo ya ordinarias, y con alza a 2.000 metros.

Aibonito: Hospital Militar.

Nuestros infantes, que, ocultos en las trincheras, presenciaban el duelo de las dos artillerías, aplaudían frenéticamente cada vez que algún proyectil caía cerca de los cañones americanos. Entonces advertí a Nouvilas, con quien yo tenía gran confianza, que hiciera fuego de Máuser, toda vez que este fusil alcanzaba sobradamente al paraje que ocupaban los enemigos, juzgando que algunas descargas cerradas serían mejor recibidas por mis artilleros que los amables aplausos de sus Cazadores.

Aunque dicho jefe apreciaba que la distancia era mayor, hizo la prueba, y, seguidamente, empezó el fuego por descargas de secciones; fuego que, unido al de mis piezas, puso al enemigo en fuga; hubo carreras, y durante algunos minutos todos los cañones estuvieron abandonados; volvieron por ellos, y a brazos se los llevaron, hasta ocultarlos en un recodo de la carretera.

El fuego había durado mucho tiempo, y terminó a la caída de la tarde, cuando vimos una bandera blanca, al parecer de la Cruz Roja. Algunos minutos más tarde,