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CRÓNICAS
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Al partir el tren, la bandera de las franjas y estrellas fué elevada al tope sobre la casa Alcaldía, y la multitud rompió en aplausos clamorosos, que duraron largo es- pacio de tiempo.

«Un negro, muy excitado, montado en un caballejo, apareció ada cabeza de una multitud del populacho agitando una bandera de la Unión. Aquella parada, com- puesta de gentes de la peor clase, recorrió las calles, demostrando poseer el espíritu de las turbas anarquistas» ^.

Por lo demás, no ocurrió hecho alguno de importancia; tiendas y cafés abrían sus puertas, y los nobles arecibeños volvieron a su vida culta y laboriosa.

Noches más tarde, desde la población se veían, a lo lejos, quince incendios en otras tantas fincas, y a la siguiente el número de los siniestros llegó a veintiuno, y no se detuvieron los criminales en este número. Entre las casas reducidas a ceni- zas figuró la del párroco de Arecibo, sacerdote virtuoso y muy querido de todas las clases sociales.

Los primeros pueblos de que se posesionaron las fuerzas americanas fueron Aguadilla y Vieques, los días 19 y 27 de septiembre, y el último fué la capital, San Juan, el 1 8 de octubre. En el Apéndice número 33 figura la fecha exacta en que cambiaron de soberanía cada una de las poblaciones de la Isla, suceso histórico que no debe ser ignorado por sus habitantes.

La repatriación. — El día 14 de septiembre, por la mañana, se hicieron a la mar, con rumbo a Canarias, los buques de guerra españoles Isabel 11^ General Concha^ Terror y Ponce de León. Un numeroso grupo de todas las clases sociales los despi- dió cariñosamente desde la dársena del puerto, siguiendo después hasta el campo del Morro agitando banderas españolas y pañuelos. El acto fué emocionante, por ser las primeras fuerzas que, en cumplimiento de las estipulaciones del Protocolo, eva- cuaban la Isla.

Representante de España. — Al cesar la soberanía española en la Isla, D. Rafael Pérez García, subsecretario que había sido del Gobierno General, fué nombrado por cable encargado de negocios de aquella Nación, en Puerto Rico, y por bastante tiempo desempeñó sus funciones con inteligente celo.

A medida que se hacía la entrega de las diversas municipalidades, todas las fuerzas veteranas se reconcentraban sobre San Juan, acantonándose en esta ciudad, Santurce, Martín Peña, Hato Rey, Río Piedras y Caguas.

El 2 de octubre, a la una y media de su tarde, salió del cuartel de San Francisco,

^ Teniente Edwards, en su libro ya citado. — A^. del A.