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A. RIVERO
 

Entre todos descuella Eduardo Lugo Viña, quien desde los primeros momentos se puso en relaciones con los generales Miles, Garretson y Schwan, y recibiendo ar- mas que éstos le facilitaron, y apoderándose de otras abandonadas por los Volunta- rios y Policías municipales, y también por algunos Guardias civiles que desertaron, organizó una sección montada, cuyos hombres recibieron la designación de Porto Rican Scouts, precediendo a la brigada del general Schwan en todas sus operacio- nes, desde que saliera de Yauco hasta que recibiera, a orillas del río Guasio, la or- den de suspender las hostilidades.

En el capítulo en que se relatan estas operaciones encontrará el lector algunas noticias referentes al carácter y actuaciones de aquel portorriqueño, quien, aun cuando rebelde a la soberanía española, y sin hábitos militares, procedió durante la guerra dentro de la más estricta observancia de sus leyes y costumbres, sin reali- zar, ni él ni sus hombres, actos reprobables, y exponiendo el pecho, en toda ocasión, a las balas españolas.

Es mi deseo, y con ello cumplo deberes de historiador, trazar la línea que du- rante aquellos días de guerra separó a las partidas latrofacciosas de aquellas otras que, enarbolando una bandera, usaron de sus armas en defensa de un ideal político.

Examinando los muchos e importantes documentos que atesora mi archivo par- ticular, he seleccionado una carta, escrita en lenguaje fácil y pintoresco y sumamen- te espontáneo, en que su autor describe, con mano de maestro, los sucesos ocurri- dos en la ciudad de San Germán durante la guerra; he aquí la carta:

San Germán, abril 15, 1920, Sr. Don Ángel Rivero,

San Juan, P, R.

Estimado señor:

Contesto su carta de reciente fecha en que solicita de mí algunos datos sobre los sucesos ocurridos en esta ciudad durante el mes de julio y primeros días de agosto del año 1898, y gustoso complazco sus deseos en todo aquello a que alcance mi memoria p al conocimiento personal que tuve de tales ocurrencias.

Era el 25 de julio de 1898.

La comunidad disfrutaba vida apacible, gozando de relativo bien- estar.

En el día indicado, como a las dos de su tarde llegó el ciudadano don Quintín Santana, capitán de Voluntarios, procedente de una finca que tenía en el pueblo de Lajas, a todo correr de su caballo bajó por la **cuesta del viento, entró en esta ciudad, y, desmontando frente al cuartel que ocupaba la fuerza de infantería, al mando del -comandante Espiñeira, dio cuenta a éste que acababa de ver, muy