Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/473

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
CRÓNICAS
429
 

cerca de la costa, y en dirección al puerto de Guánica, varios buques de guerra con bandera americana y cargados de tropa. Instantáneamente toda la fuerza armada de Voluntarios y Policía se puso sobre las armas, y desde este momento toda la población per- dió su tranquilidad. No recuerdo si fué aquella misma tarde o al si- guiente día cuando un pelotón de soldados, a tambor batiente, reco- rrió las calles proclamando la Ley Marcial, y momentos después la Guardia civil detenía y conducía a su cuartelillo a varios portorrique- ños, incluso al que esto escribe, y allí fuimos encerrados por sospecho- sos; todo como resultado de denuncias que hicieran algunos cobardes que creían "curarse en salud" delatando a sus paisanos como desafec- tos a la bandera española. Esto ocurrió entonces, ocurre hoy y tal vez seguirá ocurriendo en los años venideros; es el servilismo puesto en acción por los que fingen de patriotas para conservar siempre vivo el fuego que calienta sus pucheros. El comandante Espiñeira asumió el mando de todas las fuerzas locales, incluso las de Orden Público, Guardia civil y Voluntarios, y a la cabeza de ellas salió camino de Sabana Grande y con ruta a Guánica, resuelto a cortarle el paso a los invasores; llegaron los expe- dicionarios hasta la "Cuesta de la Pica", y allí acamparon, y en aquel sitio permanecieron dos días con sus noches, hasta que, tal vez por motivos y órdenes que ignoro, regresaron a esta población. Aque- llas fuerzas sumaban unos 400 hombres, poco más o menos, y a su llegada a San Germán dieron comienzo a una requisa forzosa de todo el ganado caballar de la jurisdicción y de la de Sabana Grande, recogiendo en las fincas, de buen grado o por fuerza, todos los caba- llos útiles que encontraron, y seguidamente se retiraron hacia Ma- yagüez. Quedó San Germán sin guarnición y casi sin policías. Debo ano- tar que el comandante Espiñeira era un hombre que, en determina- das ocasiones, perdía el dominio de sus nervios y tal vez el de su razón, permitiendo que sus subordinados realizasen actos verdade- ramente censurables, que tenían atemorizada a la comunidad; y por esto, y como se dijese que aquella misma noche retornaría dicho Jefe, aumentando sus fuerzas con nuevos contingentes, cundió la alarma, muchos vecinos huyeron a los campos y otros llegamos hasta Sabana Grande, donde tuvimos información de que las tropas invasoras no se habían movido aún de Guánica. En el primer pueblo encontramos a don Eduardo Lugo Viña, quien tenía ya organizado un grupo de nativos para la defensa local, habiendo tomado posesión de aquel municipio, en nombre de las fuerzas americanas, y con intenciones, se- gún me dijo, de caer sobre San Germán, capturando la Municipali- dad; nos informó detalladamente de sus propósitos, y siguiendo la co-