Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/474

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
430
A. RIVERO
 

rriente de los sucesos, y por nuestra propia voluntad, nos agrupamos bajo su mando, y todos reunidos llegamos a esta ciudad de San Ger- mán, limitándonos únicamente a tomar ciertas medidas de precau- ción, de cuyo cumplimiento quedé encargado, mientras Lugo Viña retornó a Sabana Grande, regresando al amanecer al frente de uri numeroso contingente. Seguidamente se procedió a ocupar la Casa- alcaldía, cárcel, juzgado, telégrafo y cuarteles, destituyendo y nom- brando nuevo alcalde, abriendo las puertas de sus prisiones a todos los detenidos políticos y realizando otros actos semejantes. Poco des- pués llegaron noticias de que el comandante Espiñeira y su columna, reforzada con guerrilleros y Voluntarios de Mayagüez, habían salido de dicha ciudad y acampado cerca de Hormigueros, con la intención manifiesta de caer, de noche y por sorpresa, sobre San Germán. Unidos los sangermeños y los patriotas de Sabana Grande resol- vimos hacer frente a la tropa española, para lo cual establecimos avan- zadas y escuchas en todas las entradas, tomándose varias precauciones más y siendo necesario dar aliento a muchos irresolutos y levantar el espíritu de casi todos los defensores. He de consignar que nuestra gente no estuvo antes ni estaba en esta ocasión iniciada ni dispuesta a semejantes tareas; que todo se hizo de prisa y sin concierto; que teníamos muchos jefes y muy pocos soldados, y que éstos, al amanecer, estaban extenuados, y que todo el día y la noche la pasamos entre bregas y alarmas. Ya de madru- gada recibimos aviso de que las tropas españolas habían acampado en la hacienda Acacia y que allí esperarían a que las fuerzas america- nas llegasen a San Germán; así lo creyó Lugo Viña y así lo creímos todos, y después de revisar el servicio avanzado, nos retiramos para buscar en el sueño descanso a tales fatigas y emociones. Una de las avanzadas que estaba oculta en la casa y finca de Don Federico Guz- mán, en una altura a la derecha, saliendo del camino, y también en unos tendales de ladrillos que allí había, sostuvo vivo tiroteo con otra avanzada española que había ocupado posiciones al abrigo de los edi- ficios de la hacienda Sambolín, avanzada a la cual se hizo prisionero uno de sus guerrilleros; esta gente nuestra que ocupaba la citada casa de Guzmán se mantuvo en sus posiciones, siempre haciendo fuego, hasta el amanecer, en cuyo momento pudo darse cuenta del avance rápido de las tropas de Espiñeira, que, siguiendo a la derecha y por los cañaverales de la hacienda Imisa, barrio de Sabana Eneas, y por detrás de la Sambolin, estaban ya casi encima y a punto de coparlos, por lo cual, y bajo una lluvia de balas, aunquc dando cara al enemi- go y disparando sus armas, se vieron precisadas a batirse en retirada hacia la ciudad, y por ellos tuvimos noticias de todo lo ocurrido. En el acto despertamos a todos los que dormían, no para organi-