acababa de recibir, en el cual se le pedía que telegrafiara algunas noticias. Como este despacho no había sido censurado, el hecho costó la cesantía al telegrafista, José Calderón Aponte, quien lo había dejado pasar sin aquel requisito por ser el destinatario su amigo íntimo.
El general Macías terminó la conferencia con estas palabras: «Si usted no varía de conducta y persiste en su misión de corresponsal de un periódico enemigo, estoy dispuesto a tratarlo como un espía, encerrándolo en un calabozo del Morro; y si ya no lo he hecho, es porque me detiene la buena amistad que mantengo y el respeto que me inspira su hermano Don Francisco, alcalde de la ciudad.»
La circunstancia de encontrarse por aquellos días en San Juan otro corresponsal del mismo Herald y alguno del World, hizo sumamente crítica la situación de Manuel del Valle, porque aquéllos, como era natural, siempre solicitaban su compañía y consejos. Como pertenecía a una de las mejores familias de Puerto Rico y con-