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A. RIVERO
 

El 28 de junio, el Isabel II y el Concha, aunque demostrando demasiado apego a las baterías del Morro, cañonearon con inteligencia y precisión al Yosemite, que, mila- grosamente, no fué hundido aquel día. El Ponce de León, cañonero de ínfima clase, se portó bravamente durante todo el combate, el cual duró cerca de tres horas, y en algunas ocasiones se lanzó recto, como una flecha, muchas millas mar afuera, hacia el buque enemigo, el que llegó a creerlo un formidable torpedero. De todas suertes, los tres buques de guerra cumplieron su deber, aunque con demasiada prudencia los dos mayores, en el combate mencionado, y a ellos se debe el que pudiese ser alijada la valiosa carga de material de guerra que conducía el Antonio López. El teniente Cristelly y todos los oficiales y tripulantes del Ponce se hicieron acreedores, aquel día, 28 de junio de 1898, a una alta recompensa. En cuanto a la censurable inacción del destroyer Terror, no tuvo en ella culpa alguna su valeroso comandante, el teniente La Rocha, quien, en más de una ocasión, solicitó, sin conseguirlo, permiso para hacerse a la mar en noches obscuras y atacar al crucero bloqueador. Y, sin embargo, más tarde, en pleno día, fué obligado a realizar un loco ataque contra el St. Paul, crucero auxiliar armado con muchos caño- nes de seis pulgadas y numerosos de tiro rápido, y mandado, nada menos, que por el capitán Sigsbee, último comandante del crucero Maine. El Alfonso XIII, muy bien artillado y con una eficiente tripulación de marinos de guerra, hizo también un desairado papel. Este crucero auxiliar pudo batirse de igual a igual con el St. Paul y con grandes ventajas sobre el Yale. He leído en alguna parte que su comandante, Pidal, se vió precisado a observar una conducta pasiva, en virtud de órdenes del Ministro de Marina; y como insistiese en hacerse a la mar para amenazar las comunicaciones entre Europa y los Estados Unidos, se le ordenó regresase, inmediatamente, a Cádiz, donde fué desarmado su buque. El capitán C. D. Sigsbee, comandante del St. Paul, con fecha 27 de julio de 1898, escribió al secretario de Marina de los Estados Unidos, entre otras cosas, lo que sigue: «Yo aconsejo tener constantemente en el pensamiento al Terror como una fuerza activa existente; pero aun prescindiendo de dicho destroyer, el servicio que debe realizar el Yosemite, bloqueando un puerto bien fortificado y donde se encuentra un número de buques enemigos cuya fuerza agregada es más grande que la suya, es realmente un servicio muy difícil. >>

Durante el período álgido de la guerra, los cruceros en puerto limitaron su acción a montar guardias nocturnas en el canal, fondeando, siempre, a la sombra del cas- tillo del Morro y bien retirados hacia el interior. Esto fué excesivamente ridículo y