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CRÓNICAS
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La fecha del enganche se anotó con dos semanas de anterioridad para evitar sospechas en los puertos de entrada en Puerto Rico.

Whitney desembarcó primeramente en Ponce. En esta rada el Andarose embarrancó en un banco de rocas coralinas. El barco fué inspeccionado minuciosamente por los oficiales del Puerto de Ponce y la policía en busca de un espía americano. Cuando el inteligente cónsul español en Carlota Amalia hizo el recuento de los corresponsales americanos y encontró que faltaba uno, dedujo que debía haberse marchado en el Andarose, y así lo cablegrafió a San Juan.

Los empleados españoles, al hacer la inspección de todos los hombres a bordo, encontraron al espía en la cubierta inferior del barco, sobre sus manos y rodillas, fregando el piso de un lavadero, y pasó como miembro regular de la tripulación.

Whitney le dio al capitán del Andarose 60 dólares, prácticamente, todo el dinero que tenía (y el cual no era suyo, pues pertenecía a su esposa) por el privilegio de ir a tierra en cada puerto que el barco tocase. Pasando como uno de los subalternos del buque, hizo varios viajes a caballo dentro del país y recogió la información que buscaba: carácter de los habitantes, fuerza de las guarniciones, si los puertos estaban o no minados, el número de faros y de puertos buenos para hacer un desembarco, etcétera, etc. Fué recibido en todas partes con la más cordial hospitalidad por los naturales, quienes eran muy generosos en sus obsequios del exquisito ron que se destila en el país.

Whitney visitó al cónsul inglés Armstrong en Arroyo, el cual se mostró muy bondadoso y comunicativo.

En Maunabo, los Rieckehoff lo festejaron espléndidamente y le dieron muy valiosa información. A caballo y con numerosa compañía, dio un agradable paseo por las montañas y pudo ver a Humacao, una ciudad importante, guarnecida por la Guardia civil. Fué durante este paseo que María Vall Spinosa, una de las señoritas que habían visitado el Andarose cuando se encontraba encallado en el puerto de Ponce, advirtió a Whitney del carácter feroz y suspicaz del alcalde local, a quien encontraron al retorno, por la tarde, en la hacienda Rieckehoff. Cuando esta linda muchacha, la cual fué educada en los Estados Unidos, vino a bordo del Andarose, en Ponce, acompañada de su primo, el comandante de las tropas españolas, se dirigió a un marino (Whitney) preguntándole la causa de haberse encallado el barco. La contestación del marinero, Damfino (contracción de damn if I know) [1], le hizo sospechar que no era inglés sino americano; sintiendo simpatías por éstos, ella se mostró deseosa de salvar a este intrépido joven, evitando fuese descubierto. (La señorita Spinosa, más tarde, casó con un abogado de Baltimore, Maryland, Estados Unidos, de nombre Douglas.)

Después de otras aventuras de menos importancia, Whitney logró salir de la Isla sin ser capturado; llegó a Washington, Distrito de Columbia, en junio 8, 1898, e informó, personalmente, al presidente Mac-Kinley, durante una sesión del Gabinete, describiéndole las bellezas que vio en aquel maravilloso, fértil y pequeño jardín; se unió luego a las fuerzas del general Miles, en Tampa, embarcando en el Yale, en Charleston, Carolina del Sur, en julio 8, 1898, para Santiago de Cuba y

  1. «Yo, qué diablos sé.»—N. del A.