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CRÓNICAS
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nes, confundidos con sus ayudantes, llamaron la atención por su gallarda apostura y eficiencia militar.

Este rasgo del general Macías de entregar la custodia de su persona a un grupo de portorriqueños, fué una demostración evidente de que él nunca compartió los in- justificados recelos de su jefe de Estado Mayor,

La escolta, por votación unánime entre sus miembros, eligió a sus oficiales y cla- ses, quedando constituida en la forma siguiente:

Capitán: Ramón Falcón Elias.

Primeros tenientes: Manuel Rodríguez Serra y Ramón H. Patrón.

Segundos tenientes: Pedro de Aldrey y Francisco J. Marxuach.

Sargentos: Juan Acuña Aybar, Mario Brau y Fortunato Vizcarrondo.

Cabos: Guillermo Escudero, P>ancisco Cabrera y Pedro de Elzaburu.

Jinetes de la escolta: Mamerto Quiñones, Emigdio S. (jinorio, Manuel M. Gino- rio, José de Elzaburu, Mariano Acosta, Tomás Acosta, Luis Padial, Gabriel Padial, José Soiiveras, Marcos Blanco, Adolfo Mercado, Ramón Fernández Náter, José D. Moreno Santí, Manuel Palacios Salazar, Alvaro Palacios Salazar, Gustavo L. de Lu- que, Ricardo Abella Blanco, Enrique Camuñas Craux, P2milio Fernández Mascaró, Manuel Moraza, Rafael Ramírez, Ramón Ferrán, José Blanco Pérez, Arturo Andréu, Ramón Balasquide, José Guillermety, Antonio Castro González, Pedro Chandri y José J. Ramos.

Durante el bombardeo, el día I2 de mayo, todo el personal de esta escolta concu- rrió al paraje que se le había designado para casos de alarma, haciendo lo mismo cuan- tas veces se escuchó en San Juan el toque de generala. Después del desembarco del Ejército americano, y como no fuesen necesarios los servicios de aquélla, toda vez que el general Macías había resuelto no salir a campaña, y estando además cercano el final de la guerra, fué disuelta dicha escolta del general Macías, quien, hasta los últimos momentos y aprovechando todas las ocasiones, colmó de elogios a los valientes mu- chachos, que voluntariamente se ofrecieron a correr con él los peligros de la guerra»

IV

I R I V A I J


UÉ un noble perro, de gran tamaño, recio, muy reñidor y

de raza mallorquína. Tenía cortadas las orejas, tieso el rabo y el cuerpo a manchas blancas y negras; pertenecía a la firma comercial Sucesores de Vicente y Compañía, con almacenes en la Marina, San Juan, y era amigo fiel y cariñoso de princi- pales y empleados. En aquella casa todos eran Voluntarios y todos cargaban el chopo, hacían guardias y patrullas, trabajaban a ratos y descan- saban cuando había tiempo para ello.