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CRÓNICAS
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ton, en solicitud de mi nombramiento de comisionado civil, el secretario de la Guerra rehusó ponerlo por escrito e insistió en que me embarcase sin documentos, asegu- rándome que el Gobierno americano siempre cumplía con sus compromisos. Rehusé, terminantemente, embarcarme sin credenciales. El general Miles quiso e insistió en que lo acompañase como miembro de su Estado Mayor, a lo que le contesté: «que yo no podía formar parte de la invasión militar, porque implicaba obediencia ciega a jefes que tenían el derecho de obligarme, en caso de que algunos de mis paisanos se opusiesen a los ataques de las tropas, a hacer fuego contra aquellos compatriotas^^ , Desistí de mi proyecto, regresé a Nueva York muy descorazonado, y tan pronto como los americanos se apoderaron de la Isla, convoqué el Directorio y pedí su inme- diata disolución; su objeto había terminado.

Dos años más tarde fui nombrado por la Cámara de Comercio, agricultores y clubs obreros de Puerto Rico, delegado para representarlos en los comités del Sena- do y Cámara de los Representantes, y tratar de obtener el mejor Gobierno civil posi- ble para la Isla, y pedí, como pidieron los otros delegados, el cumpHmiento de la proclama del general Miles cuando desembarcó en la Isla, pero sin resultado favora- ble. No satisfecho con la forma de Gobierno civil concedida por la ley Foraker, que usted conoce, lancé un manifiesto de protesta al pueblo de Puerto Rico, documento que fué pubHcado en muchos periódicos de la Isla y en el que aconsejaba a mis pai- sanos que no aceptaran esa ley y no fuesen a recibir al gobernador nombrado por este Gobierno. Mi manifiesto fué leído a tiempo por los jefes de los partidos políti- cos y el pueblo entero (conservo sus cartas); pero, en lugar de seguir mis consejos, hicieron todo lo contrario: fueron a recibir al gobernador, organizaron sus colegios electorales, votaron el personal de su legislatura, y por esos actos se anexaron nues- tros compatriotas a los Estados Unidos, probablemente sin darse cuenta de lo que estaban haciendo.

Ya ve usted, mi buen amigo, que yo cumplí al pie de la letra mi promesa de abstención completa de propaganda de anexión, y que fueron nuestros compatriotas los que la trajeron, a pesar de mi protesta. Mi proyecto original de anexión era por medio de un plebiscito, en el que se contaran los votos en favor y en contra. Ya ter- minada mi misión política, me retiré a mi casa a buscar consuelo en el bisturí y en el termómetro; esto no quiere decir que, si en el futuro y en algo pudiese servir a mis compatriotas, no estaría, sino que estoy siempre a su disposición, porque esa Islita es para mí como una novia a quien su novio le escribía (recuerdos de cuando iba a la escuela en Ponce):

Es mí amor por ti como tu sombra, que mientras más te alejas, más cuerpo toma.

Yo no sé si el verso está correcto, pero estos son mis sentimientos. Muy de veras su amigo y compatriota.