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APÉNDICE NUMERO 4

Reflexiones del Honorable Roberto H. Todd, a raíz de la invasión de Puerto Rico por el Ejército norteamericano.

«La bandera americana tremola ya en las costas portorriqueñas. Los anillos de la cadena que ataron nuestra Isla al dominio español durante cuatro siglos, han que- dado rotos desde el instante en que el ejército invasor de los Estados Unidos pisó la orilla de Guánica y levantó sus tiendas.

Pero estas alegrías no impiden que estudiemos el problema de Puerto Rico en todas sus fases, y no consideremos con tristeza que el Destino, los sucesos y aun la misma inercia de nuestros compatriotas, nos hayan traído a la condición de no ser arbitros o partícipes directos de la constitución de nuestro Gobierno independiente.

Cuba, por la virtualidad de su revolución, tiene ya consagrado y reconocido su derecho de ser libre e independiente, por las resoluciones del Congreso, la sanción del ejército americano y por el consenso del mundo entero.

Puerto Rico, aun llegando a ser libre, pasará a ser posesión americana por cesión del vencido al vencedor, y su condición es distinta. La forma de gobierno que haya de dársele dependerá de la magnanimidad del conquistador. Sin duda alguna que por ser éste pueblo republicano y americano — -el pueblo modelo por sus instituciones y su espíritu de justicia y de progreso — , la libertad presidirá en todas nuestras futu- ras instituciones, y en lo puramente local e interno no habrán de sufrir limitación nuestros derechos e iniciativas; pero carecemos en lo fundamental de la personali- dad e ingerencia propia, resultado de nuestra exclusiva y esforzada conquista, ya que a diferencia del cubano, si hemos alentado la inspiración de derrocar la sobera- nía española y constituir nuestra República, no hemos abonado nuestro suelo con sangre fecunda en quince años de tenaz rebelión y heroica contienda.

Con tales precedentes parece que los portorriqueños debiéramos aceptar, sin dis- tingos, lo inevitable y darnos por satisfechos, con la certidumbre de que no hemos de ser por más tiempo españoles.

No lo ha entendido así nuestro Directorio. Cada uno de los miembros del Comité directivo del partido Revolucionario de Puerto Rico, que tuvo por programa y por bandera la independencia de la pequeña Antilla, y ia constitución en ella de una Re- pública, por derecho propio, y que trabajaron sin descanso para llevar sus aspira- ciones al terreno de los hechos, ha creído de su deber mantener y defender la inte- gridad de sus ideales y no abandonarlos hasta el momento en que ineludiblemente resulten estériles sus esfuerzos.

Desde que se vio próxima la ruptura de hostilidades entre los Estados Unidos y España, nuestro partido, por medio de su presidente y secretario, ofreció sus servi- cios al Gobierno americano, para acompañar, personal y colectivamente, al ejército de invasión y facilitar su obra, haciendo que los habitantes de la pequeña Antilla .acogiesen a los invasores como redentores.