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CRÓNICAS
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El Gobierno americano ha aceptado los servicios personales de determinado número de portorriqueños, agregándolos a las filas del ejército como voluntarios, guías o intérpretes; pero en ninguna forma ha aceptado, expresamente, los servicios y la representación del partido Revolucionario en términos que hiciesen presumir el más ligero compromiso en el mismo, respecto a los futuros destinos de la Isla.

^Debían los jefes caracterizados de nuestra agrupación política agregarse al ejér- cito invasor como meros soldados, sin llevar a sus compatriotas prenda segura de la realización del ideal que a su nombre defendieron?

^Podían esos mismos jefes plegar su bandera, abdicar de su programa, abando- nar para siempre la suprema aspiración de ser independientes y libres y someter incondicionalmente los destinos de su pueblo a la voluntad del invasor que, aunque redentor amado y providencial, no por eso deja de ser un extraño, cuyas resolucio- nes, en cierto modo, pudieran no acomodarse al bienestar general?

Los jefes de nuestro Directorio han creído, y han creído bien, que en sus manos debía quedar íntegro, sin abdicaciones de ningún género, el ideal de independencia de su pueblo, por el cual fueron llamados a representar y a luchar, por el cual repre- sentan y luchan todavía, y aun convencidos, individual y colectivamente, de que Puerto Rico como posesión americana será libre, próspera y venturosa, no han que- rido poner al servicio del redentor su espada, su hacienda y sus vidas, sino bajo la promesa, aceptada, de que el pueblo de Puerto Rico, redimido, habrá de ser también arbitro de su propia constitución y sus destinos. >>

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Nota.— El Hon. Roberto H. Todd, en el transcurso de los años, ha modificado totalmente su credo político, hasta el punto de ser factor, tal vez el de mayor influencia, en la americani- zación de su país. En repetidas ocasiones ha reclamado del Gobierno de Washington el que Puerto Rico sea declarado, en su día, un estado más de la Unión Americana, y es miembro influ- yente del Comité Nacional Republicano.

En carta suya, de reciente fecha, escribía: «Aré en el mar, y ahora me doy cuenta de cuan equivocado fui; no estuvo ni está Puerto Rico preparado para una vida de independencia abso- luta y no están autorizados para pedirla hoy aquellos mismos que en 1898 nos volvieron las es- paldas a Henna y a mí; los mismos que trataron de loco peligroso a Forest cuando recorrió la Isla en propaganda separatista. Solamente podrá encontrar este país - al que amo como el que más crea amarlo — en una absoluta y honrada compenetración con el pueblo americano »

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