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CRÓNICAS
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dido la escuadra, hemos perdido todo, y ahora, señores, aquí no ha pasado nada; ninguno es responsable de esta hecatombe.» Así habló uno de los consejeros. --¿Que no hay responsables?-interrumpió el general March 1-. ¿Quieren que se los cite? ¡Allá van!>> Y comenzó a citar nombres de ministros. -«Señor Consejero-dijo el general Azcárraga, Presidente del Supremo-limí- tese al asunto de la ponencia.>> — « «Estoy dentro del asunto-respondió, imperturbable, el general March.>> Pocas sesiones después se dictó sentencia absolutoria a favor del almirante don Pascual Cervera y Topete, y esta sentencia se publicó con fecha 6 de julio de 1899. El 13 del mismo mes el almirante solicitó de la Reina su pase a la situación de re- serva; en carta a su amigo D. Francisco Diez, escribió: «Hoy o mañana voy a pedir mi pase a la reserva porque me encuentro viejo cansado, cansado y muy pesimista, y creo no deben ser así las autoridades de departamentos.>> El 8 de agosto apareció en la Gaceta Oficial un Real decreto concediendo a Cer- vera, no su pase a la reserva como tenía solicitado, sino una licencia ilimitada, «en atención a que sus relevantes cualidades hacen esperar, fundadamente, podrá, en lo sucesivo, prestar buenos e importantes servicios.>> Como en el extranjero se conociera la colección de documentos referentes a la es- cuadra de operaciones en las Antillas, publicada por el almirante, después de la ab- solución y con anuencia de la Reina, se operó una reacción intensa. El secretario de Marina de los Estados Unidos hizo traducir y editar 15.000 ejemplares de dicha obra, y el Mavy Department envió a Cervera uno de ellos por conducto del emba- jador americano en Madrid. Meses antes, un redactor del Century Magazine se había presentado a Cervera manifestándole: -Señor almirante, vengo de New York con el solo objeto de obtener de usted un artículo de crítica de la pasada guerra, para insertarlo en nuestro periódico 2. Excusóse el almirante aduciendo el estado del proceso, aun sin fallar, y cuando recayó sentencia, el mismo periodista se presentó en Puerto Real y abordando nue- vamente a Cervera le dijo: «Vengo decidido a no volver a mi país sin unas cuartillas con su firma; mire, señor almirante, estoy resuelto a pagarle cinco mil pesos por un artículo que no baje de 100 palabras.» Esta vez tampoco logró su objeto el tesonero perio- dista. Míster Charles Mc Guffey vino desde los Estados Unidos a España con el solo objeto de estrechar la mano de Cervera, y este mismo norteamericano, al regreso a Chattanooga, condado de Hamilton, su hogar, fundó de su peculio personal una clase especial del castellano en la Escuela Superior Central, y el aula donde se expli- caba fué llamada aula española; en ella se comentaba el Quijote, y, además, se de-. claró de texto la Colección de documentos del Almirante Cervera, quien fué nombrado socio de honor de la Academia de castellano; colocóse en el salón un retrato suyo, y a su lado una carta que éste había escrito a los estudiantes, fechada en 19 de abril de 1905. Debajo del retrato hay un artístico cuadro donde figuran estas frases de Cervera: «La sociedad en que cada cual cumpla con su deber sería feliz.>> Más tarde, el almirante Cervera envió a sus jóvenes amigos de América algunas semillas de flores españolas, entre ellas una de claveles de color amarillo brillante. Mr. Mc Guffey cruzó estos claveles con otros rojos, y obtuvo una variedad del color 1 Este general y por los años 1893 estuvo de gobernador militar de la plaza de San Juan de Puerto Rico. Biografia de Cervera, ya citada.-Notas del A.