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CRÓNICAS
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trándolas a todas ya en fuego y a sus defensores poseídos del mejor espíritu. Las compañías del batallón del Principado de Asturias, que ocupaban el cuartel de Ballajá, hubieron de desalojarlo presurosas, no solamente para ocupar los puntos que les estaban encomendados, sino además, porque desde el primer momento pene- traron en el edificio gran número de granadas de grueso y mediano calibre, arroja- das probablemente con el conocimiento del destino del mismo, que, por otra parte, atraía naturalmente el fuego por su masa y situación. Una de las compañías citadas se situó, según las órdenes que al efecto tenía, en punto conveniente para estar a la mano en el caso de que fuera necesario auxiliar la defensa con fuego de fusilería, habiendo llegado esta fuerza a dirigir algunas descar- gas a uno de los acorazados enemigos, en el momento en que se aproximaron más para darle una embestida a la fortaleza del Morro ¹. Otra compañía se colocó, con igual objeto, en el campo del Morro, cubierta con las desigualdades del terreno y en la proximidad de la batería de Santa Elena, por si los americanos llegaban a forzar la entrada del puerto. La fuerza disponible del tercer batallón Provisional fué estable- cida también convenientemente para acudir con más facilidad, si el curso del com- bate exigía guarnecer la costa al Este de la plaza, a excepción de una compañía de dicho cuerpo, que quedó ocupando el frente Norte. Otra compañía del Principado de Asturias vigilaba las avenidas al barrio de Santurce; y dentro de la población forma- ron el batallón de Voluntarios número I, en la plaza de Armas; el de Tiradores de Puerto Rico, en el barrio de la Marina; la batería de Montaña, en la plaza de San Francisco, y las dos guerrillas volantes (1.ª y 6.ª), desmontadas, que se encontraban en la plaza, en distintos puntos interiores, así como los zapadores-bomberos que te- nían distribuída la ciudad y sus barrios para sofocar prontamente los incendios que se produjeran. Los barcos enemigos, cuyo número total era II, se habían establecido, entretanto, en dos líneas imperfectamente formadas que envolvían al Morro, su objetivo princi- pal y aun casi único durante todo el combate 2, constituyendo la primera sus más fuertes acorazados, de los que siempre se mantuvo el más próximo el Iowa, evolu- cionando a corta distancia de la embocadura del puerto, para descargar sucesiva- mente todas las piezas de sus torres y costados sobre las grandes escarpas de aquel fuerte, que visiblemente trataban de arruinar. La segunda línea, formada por cruceros en su mayor parte, por lo menos protegidos, se mantuvo constantemente más ale- jada, y prolongándose más hacia el Norte que la anterior, venía a formar a la vez el ala izquierda de su escuadra, con la que ésta batía, simultáneamente, al castillo de San Cristóbal y baterías de Santa Teresa y la Princesa, aunque con mucha menor intensidad que al Morro ³. En tal situación, el comandante principal de artillería que dirigía el fuego desde la estación central, situada en el caballero de San Cristóbal, ordenó que las del Mo- rro y batería de San Antonio se concentrasen sobre un solo barco de los de primera línea, en cuanto fuese posible, y que las piezas que no estuvieran en situación de ha- cerlo, así como las baterías del grupo de San Cristóbal, tratasen de batir en detall a los que más ofendieran a la plaza; modificándose después estas disposiciones, según las diversas fases del combate, pero tendiendo siempre al mismo fin de evitar con la concentración de fuegos sobre los buques más avanzados, que éstos llegasen a forzar la entrada del puerto. También recibieron la orden las baterías de San Cristóbal, que 1 Esto es una fábula; véase el texto en el capítulo que trata del bombardeo. 2 Las baterías de San Cristóbal fueron las únicas donde hubo muertos al pie del cañón, y las únicas en que el enemigo desmontó e inutilizó un obús. 3 No fué así el orden de combate de la escuadra; todos los buques, sin excepción, navegaban en simple fila, de Oeste a Este, y al rebasar, cada uno, a San Cristóbal, ponía proa afuera y luego al Oeste, describiendo una gran elipse, y solamente hacían fuego los que recorrían el lado más cercano a los castillos.-Notas del A.