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A. RIVERO
 

se encontraban a distancia conveniente, para batir en general, con sus obuses, a los acorazados, empleando los cañones contra los cruceros enemigos.

Las baterías de Santa Elena y San Agustín, que defienden la entrada del puerto y baten a la vez el sector Noroeste de la plaza, donde se hallaban concentradas las fuerzas enemigas, entraron también en acción, contribuyendo a alejar los barcos que se habían situado frente a dicha entrada en los dos avances sobre el Morro. La última de dichas baterías hacía sólo pocos días que había sido armada, resistiendo, sin em- bargo, perfectamente las explanadas.

Contestando así vigorosamente el enemigo, su fuego fué perdiendo en intensidad y precisión, retirándose poco después los acorazados hasta la posición de segunda línea para volver avanzar de nuevo como a las siete de la mañana, hora en que la vio- lencia del combate llegó a ser tal que, sin caer en la hipérbole, puede decirse que una verdadera tempestad de hierro descargaba sobre esta plaza. Hubo un momento en que la batería alta del Morro, la más combatida, sólo contestaba al fuego enemigo con una de sus piezas, por aforamiento y desperfectos ocurridos en las demás; pero reparadas éstas prontamente en medio del peligro, por el personal obrero, que se condujo con notable arrojo, y no consiguiendo el enemigo quebrantar ni la resisten- cia de las obras ni la firmeza de sus defensores, volvió a replegarse a su segunda línea para alejarse algo después con todas sus fuerzas, perseguido por los disparos de la plaza hasta que estuvo fuera del alcance de sus piezas.

En este período de combate adopté algunas disposiciones para evitar que el fuego de las cofas de los buques pudiera en ningún caso imposibilitar el servicio de las baterías de Santa Elena y San Agustín, principalmente de esta última, que es la de menor cota. La infantería situada en esos puntos fué reforzada con parte del 3.^ Provisional para batir a aquéllos, y varias piezas de nueve centímetros, arrastra- das a brazo, se establecieron en batería con objeto de barrer las cubiertas; mas afor- tunadamente no fué necesario que ninguna de estas fuerzas entrasen en acción, y tampoco hubo de llegarse a la evacuación total del Hospital Militar, ordenada asi- mismo en dicho período, por haber penetrado alguna granada en su parte alta y en vista de los estragos que el fuego enemigo hacía en el cuartel de Ballajá, situado a su inmediación. También, durante este mismo tiempo, se iniciaron tres incendios dentro de la población, que pudieron ser sofocados prontamente.

No creo. Excelentísimo Señor, exponerme a cometer ningún error al afirmar que jamás se ha reñido con éxito tal un combate empeñado con tanta desigualdad de elementos, debido a no haber podido utilizarse todos los de que dispone la plaza por la situación de algunas baterías: la de San Carlos no pudo coadyuvar a la defensa por no haberse hallado nunca el enemigo dentro de su campo de tiro; la del Escambrón tampoco llegó a disparar, y la de Santa Elena y San Agustín tuvieron reducidos al silencio algunos de sus cañones, aparte de los obuses de la última, por razón de la si- tuación de sus emplazamientos relativamente a la del enemigo. Además, al cargar para el primer disparo uno de los obuses de la plaza de armas de San CristJbal, una granada enemiga le inutilizó el cierre, matando al artillero que lo maniobraba ^; de manera que, en definitiva, se ha sostenido la lucha con ventaja contra más de cien piezas de grandes y medianos calibres, auxiliadas por otro número todavía mayor de cañones de tiro rápido, aparte de las ametralladoras, y montados en su gran mayoría sobre barcos acorazados o protegidos; siendo necesario, para salir airosos en tal empeño, un desarrollo de energía, de celo y de buena voluntad en todas las clases, que, por for- tuna, han rayado en esta ocasión a tanta altura como en otras muchas se había ele- vado ya en el ejército español; pudiendo asegurarse que si la superioridad material

^ V. hiriendo a todo el resto de la dotación. Esta batería estaba al mando del autor de este libro, y a la inmediata orden del valiente cubano teniente Andrés Valdivia Sisay. — N, del A.