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CRÓNICAS
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tados Unidos, y declarando que consideraba la acción del Gobierno americano como origen de un estado de guerra entre ambos países. El Presidente de la República no ha podido menos de sentir pesar, viendo que la cuestión, puramente local, de la reforma de gobierno de Cuba tuvo, de este modo, que transformarse y adquirir proporciones de un conflicto armado entre dos gran- des pueblos. Sin embargo, habiéndose aceptado esta eventualidad con todos los riesgos que envolvía, ha proseguido las hostilidades por tierra y mar en el ejercicio de sus deberes y de los derechos que confiere el estado de guerra, con objeto de obtener lo más pronto posible una paz honrosa. Al hacerlo así se ha visto obligado a servirse, sin economizarlas, de las existencias y fortunas puestas a su disposición por sus conciudadanos, a los cuales se han impuesto cargas y sacrificios indecibles, superiores, con mucho, a toda estimación material. Si, gracias a los esfuerzos patrió- ticos del pueblo de los Estados Unidos, ha sido desigual la lucha, según puede ver V. E., el Presidente de la República está dispuesto a ofrecer a un adversario va- leroso generosas condiciones de paz. En consecuencia, pues, contestando a la pre- gunta de V. E., va a formular las condiciones de paz que aceptará en estos momen- tos con la reserva de la aprobación ulterior del Senado de los Estados Unidos Al discutir la cuestión de Cuba, V. E. da a entender que España había deseado ahorrar a Cuba los peligros de una independencia prematura. El Gobierno de los Estados Unidos no ha compartido las aprensiones de España sobre este punto; pero piensa que en las condiciones de perturbación y abatimiento en que está la Isla, ésta nece- sita ayuda y dirección, que el Gobierno americano se halla dispuesto a otorgarle. Los Estados Unidos pedirán: primero, la renuncia por España de toda pretensión a su soberanía, o a sus derechos sobre Cuba, y la inmediata evacuación de la Isla; se- gundo, el Presidente de la República, deseoso de dar pruebas de una señalada gene- rosidad, no presentará ahora una petición de indemnización pecuniaria; sin embargo, no puede permanecer insensible a las pérdidas y a los gastos ocasionados por la guerra a los Estados Unidos, ni a las reclamaciones de nuestros conciudadanos, con motivo de los daños y perjuicios que han sufrido en sus personas y bienes durante la última insurrección de Cuba; en consecuencia, está obligado a pedir la cesión a los Estados Unidos, y la evacuación inmediata por España, de Puerto Rico y de las demás islas que se hallan actualmente bajo la soberanía de España en las Indias Oc- cidentales, así como la cesión, en Las Ladrones, de una isla, que será designada por los Estados Unidos; tercero, por las mismas razones, los Estados Unidos tienen tí- tulos para ocupar, y ocuparán, la ciudad, la bahía y el puerto de Manila, esperando la conclusión de un tratado de paz, que deberá determinar la intervención (en fran- cés contrôle), la disposición y el Gobierno de las Filipinas. Si las condiciones ofrecidas aquí son aceptadas en su integridad, los Estados Unidos nombrarán comisarios que se encontrarán con los igualmente autorizados por España, con objeto de arreglar los detalles del Tratado de paz y de firmarlo en las condiciones arriba indicadas. Aprovecho esta ocasión para ofrecer a V. E. las se- guridades de mi más alta consideración. William R. DAY. Washington, 30 de julio de 1898. CONSIDERACIONES Al examinar estas dos notables comunicaciones que pusieron fin a la guerra his- panoamericana, salta a la vista que ni el ministro español ni el secretario norteame- ricano hacen la más ligera referencia a la catástrofe del Maine; únicamente se afirma, por ambos, que el motivo único de la declaración de guerra fué la negativa de Espa- ña a retirar sus banderas y sus tropas de la isla de Cuba, renunciando en ella, y para siempre, sus derechos de conquistadora y de Metrópoli,