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CRÓNICAS
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Cabo Haitien, mayo 8, 1898.

 Secretario de Marina, Wáshington, D. C.
No he recibido información de los cruceros españoles. Ruego que a la llegada de los tres vapores de la American Line, me envíen noticias por telégrafo desde St. Thomas. Si me faltase el servicio de esos buques tendría que retroceder al Oeste inmediatamente.

Esperaré respuesta a esta petición en cabo Haitien. Si obtuviese autorización procedería contra San Juan[1], probablemente destruyendo sus fortificaciones, y estableciendo una base temporal en la isla de Culebra, al Este de Puerto Rico, toda vez que la entrada del puerto de San Juan está obstruída..... (Firmado) Sampson.

Todo lo transcrito, de documentos oficiales, comprueba que no fué el autor de esta Crónica en modo alguno responsable de la desagradable sorpresa que proporcionara el almirante Sampson a los habitantes de San Juan en la madrugada del 12 de mayo de 1898.

* * *

El 12 de mayo de 1898.—Hacia el 8 de mayo los comandantes de baterías recibimos cierta orden reservada para tomar toda clase de precauciones antes de romper el fuego sobre buques de guerra que pudieran avistarse, toda vez que la escuadra española, muy reforzada, aparecería frente al Morro de un día a otro. Aun cuando la orden fué reservada, nadie guardó el secreto, y grande fué el entusiasmo en cuarteles, palacios, cafés y tertulias de boticas.

Pocos minutos después de las cinco de la mañana del día 12 de mayo, formidables estampidos de cañón me hicieron saltar del catre de tijera en que dormitaba, vestido de uniforme y sin abandonar las armas. A toda carrera escalé la batería de los Caballeros. Allí encontré buena parte de mis hombres mostrando gran sorpresa; a los restantes los saqué del dormitorio en poco tiempo. Como todos los cañones y obuses estaban cargados desde el día 10, fácil fué romper el fuego, siete minutos después del primer disparo del enemigo.

Una lluvia de proyectiles, trepidando como máquinas de ferrocarril, pasaba sobre nuestras cabezas; era una verdadera tempestad de hierro; allá en el mar, donde comenzaba a clarear el día, podían distinguirse las siluetas de los buques enemigos alumbrados de tiempo en tiempo por las llamaradas de sus cañones.

Calculé la distancia, a simple vista, en 4.000 metros y dí la voz de hacer fuego a esa distancia con granada ordinaria. Falló el primer estopín, por inexperiencia o nervosidad del artillero; entonces comencé a disparar cañón tras cañón, apuntando cuidadosamente. Esto duró hasta las ocho de la mañana; tres horas de combate contra una escuadra poderosa; tres horas que me parecieron tres siglos.

  1. Sampson había salido con su escuadra de Cayo Hueso el 4 de mayo, llegando el 8 a Cabo Haitien. Véase el croquis que contiene el derrotero de esta escuadra.—N. del A.