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Recuerdos de un pintor — 23

decaimiento y la melancolía de las cosas que se van, con el leve roce de los dolores presentidos.

Con paréntesis de esta clase y de otras muchas, pintaba frente á los modelos, descansando los ojos en la perspectiva de los jardines vecinos. El sol de otoño se filtraba á través de vidrios modestamente cortinados. Me acostumbré á unir en una sola deliciosa sensación la luz de ese sol y la cháchara de los viejos, confundida á la de los gorriones de afuera.

Concluí el grupo y quedé satisfecho; creí que los modelos podían verse como en un cristal azogado; hasta que mostrándoselo don Pedro á un amigo exclamó: —está bien, pero mirarse así, dá tristeza.

¿Había cumplido yo con la síntesis de todo buen retrato? ¿Brillaba en el del viejo lo que era salud y hermosura de su espíritu? ¿Lucía el de la vieja su gesto autoritario, no abatido por los achaques, en que se condensaba el carácter de una vida?.... Oh no! tenían en sus rasgos fisonómicos, una luz de cosa que se apaga y siente apagarse, que en verdad daba pena. Mi espíritu les había modificado, como si hubiese amanecido con el don de idealizar rostros de viejos melancólicos!

¡Era menester reaccionar por siempre! Combatir la tristeza, prenderse á la vida y amarla;