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30 — Recuerdos de un pintor

muere sin forma. La impotencia me abrumaba á veces; pero sin las vacilaciones de la primera juventud. Sentía un fuerte equilibrio; mis ideas vibraban con nitidez robusta; era dueño de una forma que iba recta hacia un fin, y trabajé como un jornalero.


* * *

Cinco años después, en el Palacio de la Industria, desfilaba todo París frente á un lienzo, sin bautismo de nombre ni de firma.

El paisaje era triste, parecía condensar las lágrimas de las cosas de que habló el poeta.

El sol, bajo el horizonte, coloreaba una nube con un fulgor único y tan lejano, que hacía más melancólico un grupo de árboles.

Esos árboles tenían su alma ¡Dios sabe lo que esto significa, aunque los críticos no siempre se lo pregunten á Dios!

Por la escena un ciego que llevaba de lazarillo á un perro, se detenía junto á un rosal. Los gajos llenos de flores se inclinaban airosos, como si quisieran deponer con gracia, la gloria de su fecundidad, sobre la tierra.

Era la planta, sonrisa inconsciente en la tristeza de la luz ensoñadora. Era un contraste con el aire familiar de las cosas, que se antojaban nacidas para exornar un paisaje