Página:Cuentos de amor de locura y de muerte (1918).pdf/26

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
18
Horacio Quiroga

da oposición a tal matrimonio, y ya el hijo había emprendido las gestiones para prescindir de ella.

—Puedes hacer eso, mucho más, y todo lo que te dé la gana. ¡Pero mi consentimiento para que esa entretenida sea tu suegra, ¡jamás!

Después de tres días Nébel decidió concluir de una vez con ese estado de cosas, y aprovechó para ello un momento en que Lidia no estaba.

—Hablé con mi padre — comenzó Nébely me ha dicho que le será completamente imposible asistir.

La madre se puso un poco pálida, mientras sus ojos, en un súbito fulgor, se estiraban hacia las sienes.

Ah! ¿Y por qué?

—No sé — repuso con voz sorda Nébel.

—Es decir... que su señor padre teme mancharse si pone los pies aquí?

—No sé—repitió él, obstinado a su vez.

— Es que es una ofensa gratuita la que nos hace ese señor! ¿Qué se ha figurado?—añadió con voz ya alterada y los labios temblantes. —¿Quién es él para darse ese tono?

Nébel sintió entonces el fustazo de reacción en la cepa profunda de su familia.

¡Qué es, no sé! —repuso con la voz precipitada a su vez. Pero no sólo se niega a asistir, sino que tampoco da su consentimiento.

¿Qué? ¿que se niega? ¿Y por qué? ¿Quién es él? El más autorizado para esto!

Nébel se levantó:

—Vd. no...