Página:Cuentos de amor de locura y de muerte (1918).pdf/28

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
20
Horacio Quiroga

Se sentó a su lado, y en balde la madre esperó a que se dijeran algo: no hacían sino mirarse y sonreir.

De pronto Nébel sintió que estaban solos, y la imagen de la madre surgió nítida: "se va para que en el transporte de mi amor reconquistado pierda la cabeza, y el matrimonio sea así forzoso". Pero en ese cuarto de hora de goce final que le ofrecían adelantado a costa de un pagaré de casamiento, el muchacho de 18 años sintió—como otra vez contra la pared el placer sin la más leve mancha, de un amor puro en toda su aureola de poético idilio.

Sólo Nébel pudo decir cuán grande fué su dicha recuperada en pos del naufragio. El también olvidaba lo que fuera en la madre explosión de calumnia, ansia rabiosa de insultar a los que no lo merecen.

Pero tenía la más fría decisión de apartar a la madre de su vida, una vez casados. El recuerdo de su tierna novia, pura y riente en la cama de que se había destendido una punta para él, encendía la promesa de una voluptuosidad integra, a la que no había robado el más pequeño diamante.

A la noche siguiente, al llegar a lo de Arrizabalaga, Nébel halló el zaguán oscuro. Después de largo rato la sirvienta entreabrió la vidriera.

—¿Han salido?—preguntó él extrañado.

—No, se van a Montevideo... Han ido al Salto a dormir abordo.

Ah! —murmuró Nébel aterrado. Tenía una esperanza aún.

—¿El doctor? ¿Puedo hablar con él?

—No está; se ha ido al club después de comer..by i i 1 1