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Horacio Quiroga

Se lo juro contestó Nébel, devolviéndole su estrecho apretón con grandes ganas de llorar.

En su casa lo esperaba una tarjeta de Lidia:

"Idolatrado Octavio: Mi desesperación no puede ser más grande, pero mamá ha visto que si me casaba con usted, me estaban reservados grandes dolores; he comprendido como ella que lo mejor era separarnos y le jura no olvidarlo nunca Lidia".

—¡Ah, tenía que ser así!—clamó el muchacho, viendo al mismo tiempo con espanto su rostro demudado en el espejo. ¡La madre era quien había inspirado la carta, ella y su maldita locura! Lidia no había podido menos que escribir, y la pobre chica, trastornada, lloraba todo su amor en la redacción.

¡Ah! Si pudiera verla algún día, decirle de qué modo la he querido, cuánto la quiero ahora, adorada de mi alma!..tu Temblando fué hasta el velador y cogió el revólver; pero recordó su nueva promesa, y durante un rato permaneció inmóvil, limpiando obstinadamente con la uña una mancha del tambor.

• Otoño Una tarde, en Buenos Aires, acababa Nébel de subir al tranway cuando el coche se detuvo un momento más del conveniente, y Nébel, que leía, volvió al fin la cabeza. Una mujer con lento y difícil paso