Página:Cuentos de hadas.djvu/52

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viese tan asquerosa á nuestra viandante, le propuso quedarse. Aceptó la infanta con el alma y la vida, porque tan fatigada estaba que no podia tenerse en pié. Metiéronla en un apartado rincon de la cocina, en donde los primeros dias tuvo que sufrir las soeces cuchufletas de toda la chusma de criados: tal estaba de puerca asquerosa con su pellejo de asno. Poco á poco fuéon acostumbrándose á verla: además de que como era tan nimiamente exacta en el cumplimiento de sus obligaciones, la tomó el ama bajo su proteccion. Guardaba las ovejas y las apriscaba cuando era tiempo; pastaba los pavos y todo lo hacia con tal acierto y destreza, que no parecia sino que en toda su vida no habia tenido otro oficio; de suerte que en sus lindísimas manos todo florecia y prosperaba.

Un dia, estando sentada al borde de una cristalina fuente, donde muy á menudo solia lamentarse de su desgracia, acertó á mirarse en el agua; y el horrible pellejo de asno, que hacia veces de tocado y de vestido, la llenó de espanto. Avergonzada al verse de tan mala traza se quitó la roña del rostro y de las manos, que quedaron más blancas que el marfil, y su hermoso cútis recobró su natural frescura. Con el gusto y contento de verse tan hermosa sintió vivos deseos de bañarse en la fuente, y así lo hizo; mas luego fué indispensable cargar otra vez con el feo pellejo para volver á la granja. Afortunadamente el dia siguiente era dia de fiesta, con cuyo motivo tuvo ocasion de sacar su cajita, de arreglar su tocado, de empolvar sus hermosos cabellos, de ponerse el vestido del color del cielo. Su chiribitil era tan