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á las de la corte, procuró estudiar el carácter de cuantos la rodeaban, y al poco tiempo los gobernaba con la misma facilidad que ántes guiaba su rebaño. Antes de terminar el año, el cielo bendijo su union y nació una princesa. Hubieran preferido sus padres un varon, pero tantos ern los encantos de la niña que en ella concentraron todo su cariño. El príncipe no se cansaba de mirarla y la madre no apartaba de ella los ojos. Grisélida empeñóse en ser su nodriza, diciendo que nadie como ella criaria a su hija. Fuese que su pasion hubiese disminuido o que la mala ida que antes se tenia formada de las mujeres se hubiese renovado, creyó el príncipe que habia poca sinceridad en las palabras y en los actos de su esposa, y comenzó a observarla primero, a vigilarla después, a contrariarla luego; acabando por mostrarse tan extremado que no la permitió salir del palacio ni consintió que tomase parte en los placeres de la corte. Como si esto no fuera bastante la tuvo encerrada en su aposento, mostrándose desconfiado hasta de la luz el día, que sólo consintio entrara a medias; y, por último, pidióle de una manera brusca que la entregara todas las joyas que como prueba de amor le había regalado el día de su boda para que no realzara con adornos su natural belleza. Grisélida se las dió con el mismo placer con que las habia recibido, porque se dijo que entónces como ahora, complacia a su marido, cuya voluntar debía ser la suya. -Mi espero y señor, pensí, me mortifica por ponerme a prueba, y hace bien, puesto qe en medio de los placeres pdría debilitarse mi virtud. Si tal no