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68 Carlos Gagini

sus alhajas en una arca de hierro, y las gavetas de las cómodas no habían sido forzadas. Sin embargo, un detalle de suma importancia ha sido anotado por el Juez: la criada que descubrió el horrendo crimen al llevar el café a su señora, declaró que uno de los balcones estaba entreabierto.

El Juez ordenó recoger la daga, el papel y otros objetos, a los cuales se agregó, por insinuación de Marcial, la sábana ensangrentada.

* * *

En la tarde después del entierro, me encerré en mi cuarto a estudiar; pero la mente indócil a la voluntad, giraba sin cesar en torno del trágico suceso y tuve que cerrar los libros para engolfarme en mis meditaciones. ¿Sería Daniel Téllez el autor del crimen? Duro se me hacía creerlo; ni su carácter ni su educación autorizaban tal sospecha. Un hombre como él, en un arrebato de pasión habría dado muerte a su amada y se habría suicidado en seguida, sin pensar en despistar a la policía colocando el cadáver boca abajo.

La daga, una fina hoja japonesa, artísticamente cincelada, y aguzada como una lesna, pertenecía a Amelia, quien la conservaba como un recuerdo de su padre y la utilizaba a veces como plegadera.

¿No parece verosímil que la señora Meneses, desgraciada en su hogar, temerosa de ceder a las instancias de su antiguo amante o de ser