Cuentos grises 69
causa de una catástrofe, prefiriera quitarse la vida, librándose de un martirio interminable? El haber dejado en el bolsillo de su bata el papel que comprometía a Téllez, era para mí una prueba más de la ofuscación de su espíritu.
A las siete llegó Marcial, se sentó silencioso en una poltrona y con la cabeza echada hacia atrás se puso a lanzar bocanadas de humo de un magnífico puro.
—¿Y bien?—le pregunté—. ¿Han puesto en libertad a Téllez? ¿Sé ha comprobado el suicidio?
—Téllez está incomunicado. Tu sabes que vive en un cuarto de soltero en la calle de la Sabana. Pues bien, el policial de línea declara que le vió llegar a su habitación como a las tres de la madrugada, y Daniel se ha negado a revelar al Juez en dónde pasó la noche.
—¡Pero eso es horrible! ¡Y yo que le creía inocente!
—El problema es más intrincado de lo que te imaginas, replicó Marcial, siguiendo con la vista las espirales de humo. ¿Ignoras las últimas noticias? No parecen las valiosas alhajas que la señora Meneses traía puestas ayer, y hace apenas una hora que una viejecita presentó a la policía un pendiente de brillantes que encontró esta mañana en la esquina de esta calle, pendiente que ha sido reconocido como propiedad de la víctima. El marido ha ofrecido cinco mil colones al que descubra al asesino.