70 Carlos Gagini
—¡Pero entonces Daniel es inocente!
— ¡Hum!
Durante media hora no pude arrancarle una palabra más a Marcial. Absorto en sus pensamientos contestaba apenas con monosílabos, y después de tomar el café se despidió diciéndome:
¿Tendrías inconveniente en permitir que mañana a esta hora celebre aquí una entrevista con dos o tres personas?
—Mi cuarto está a tu disposición.
Salió y por la ventana vi con asombro que cruzó la calle y llamó a la puerta de don Horacio Meneses.
Al día siguiente a la misma hora llegaron sucesivamente a mi habitación el Juez del Crimen, el Director de Policía, un detective con una caja y por último Marcial.
Este, después de cerrar la ventana, dijo:
—Me he tomado la libertad de citar a ustedes aquí porque deseo que nuestra entrevista no tenga carácter oficial ni se enteren de ella los empleados de las oficinas, y también porque conviene que estemos cerca del teatro del crimen. ¿Cuál es la opinión de usted, señor Juez, acerca de la muerte de la señora Meneses?
—Me inclino a creer, contestó el aludido, en un asesinato por robo: la desaparición de las joyas, el balcón abierto, el pendiente perdido...
El Director de Policía y yo combatimos esa hipótesis. La señora acostumbraba dormir con