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Cuentos grises 71

la luz eléctrica encendida; la daga estaba de ordinario en una gaveta de la cómoda. Era preciso admitir que el ladrón forzó uno de los balcones sin ser oído, apagó la luz y se puso a registrar los muebles y al encontrar la daga se le ocurrió matar a Amelia y colocarla en una posición que sugiriese la idea del suicidio, y todo esto a oscuras!

El detective habló poco, pero de sus palabras se desprendió que creía en la culpabilidad de Daniel Téllez.

Marcial escuchó callado la discusión consultando de cuando en cuando su reloj. Cuando dieron las ocho se levantó del sillón y dijo:

—He practicado por mi cuenta algunas investigaciones y mi conclusión difiere bastante de la de ustedes. Desde luego hay que descartar la idea del suicidio. Usted recordará, señor Juez, que entre los objetos que recogió en el cuarto de la víctima le pedí que incluyera la sábana que cubría el colchón. Aquí está, añadió Marcial, abriendo la caja traída por el detective y extendiendo el lienzo ensangrentado. No ven ustedes este agujerito que corresponde a la posición de la espada? Fué hecho por la daga y lo vi también en el colchón. La señora fué muerta de una terrible puñalada en el pecho.

La observación de Marcial era concluyente.

—Esta mañana—continuó mi amigo—hablé con Daniel Téllez, en su calabozo, pues le han levantado la incomunicación, y me confesó el