72 Carlos Gagini
motivo de su silencio. El día del crimen recibió un papelito escrito en máquina, que decía: «Si a las doce en punto ves mi balcón abierto, entra por la puerta principal; si está cerrado, vuelve mañana a la misma hora.—A.» Inútil es advertir a ustedes que esa esquela es una falsificación con la cual se pretendía envolver a Daniel en una trama espantosa. El acudió a la cita, encontró cerrado el balcón y para calmar el estado febril de sus nervios se fue a la Sabana hasta las tres de la madrugada.
—Pero entonces el asesino... comenzó a decir el Juez.
—Esta tarde escribí al señor Meneses para que viniera aquí con un cheque de cinco mil colones, pues creo poder ya dar algunas noticias sobre el autor del crimen; son las ocho y media y me parece mejor que vayamos a ver a don Horacio para aclarar en su presencia el misterio y recordarle su ofrecimiento.
Un momento después llamábamos a la puerta de la suntuosa morada. Un criado nos condujo al salón y fué a avisar al amo; pero volvió acompañado del mayordomo, el cual nos dijo:
—El señor Meneses partió anoche a las nueve para una de sus fincas y todavía no ha vuelto.
Jamás he visto en semblante alguno una transformación tan rápida como en el de Marcial. Se puso pálido, luego encendido, se levantó de un salto, y con las facciones contraídas y los puños apretados dió algunos pasos por la sala excla-