enviada a El Liberal les compuso a ambas aquella «innominada» y bella fantasía. Así, el periodista, desde la alta torre del periódico, que dominaba a España, les pagaba en moneda igual a «las altivas aristócratas» — probándolas que le podían pasar inadvertidas totalmente, con su villa y todo, ante un par de buenos ojos negros y vulgares... Luego vino la presentación a la tertulia, por León Rivalta, que se le presentó solo, y a quien recibió con calculada dignidad. Luego... su sorpresa ante la amabilidad de todos, y en término primero de Nita y de Ladi y de los papas de Ladi, maestros, como era natural, en cortesía de cortesanos; mas, como era bien lógico también, la buena moza Lorenza, contenta de la crónica, y tomada por León como disculpa galana de la presentación general y en partícular a la que deseaba darle gracias, quedó como amiga predilecta del cronista, desde luego... Pasaron días, pasaron días..., y ¿qué grande error no habría sufrido Ricardo con respecto a la falta de afabilidad de Ladi, o qué trazas no se habría dado ésta para robárselo a Lorenza en simpatías..., que en la segunda crónica, en los versos después al Nuevo Mundo, no hubo más que el nombre de Ladi Villarroel, en todo honor?...
Explicábase ahora perfectamente lo del tren, disculpándola. Ni debió de fijarse ella en la manta siquiera. Fué que... finísima, selectamente educada, como su prima Nita, como su madre, no