a la virtud! Aquí, con esas novelas también... ¡qué demonio!
— ¡Qué asco! Le quitan a cualquiera la intención estas novelas... No, no, ¡te lo aseguro! por neta porquería... Y al revés. Justamente si por algo un poco ese Ricardo me intriga, es por cierta novedad... ¡es un romántico!
— Justamente por eso le inquieta a tu madre también, desde los versos del beso y la luna. Ella debe de saber la horrible influencia de las poesías y novelas románticas en la virtud; ¡son de su tiempo! Ve que nada, en cambio, le importaba que hablases con el bestia de León. ¡En este otro, y a pesar de los calcetines, debe suponerte un peligro de boda!
Ladi, que había estado chapuzándose con el agua fresca del lavabo, protestó, interrumpiéndose un momento, con los párpados cerrados y la cara y las manos chorreando.
— ¡Nada, rica, me creéis tonta las dos!... Yo bien sé lo que me pesco. ¿Y es que tú le has dicho a mamá que es mi novio?
— ¡De sobra lo está viendo ella!
— ¡Pues se engaña! — afirmó la joven, irritada, yendo con la toalla hacia Nita —. ¡Veréis qué novio de mi alma en cuanto tomemos el tren! Debíais haceros cargo, creo, en vez de tanto vidrio y tanta tontería...
— ¡No hija, yo no! Y anda, ponte la enagua,