pie de la firma de Ladi; pero ésta, en la jardinera y durante el corto tiempo que se habían detenido en el pórtico, había ya entablado relación con dos capitanes de la fábrica que la brindaron la pluma cuando él estaba lejos.
Vinieron en seguida otras presentaciones más íntimas, ya perdido el empaque oficial. Martí, apenas reiteró la del senador, le hizo al coronel y a los oficiales, muy expresivamente la de Ricardo.
— Redactor de El Liberal, ¡cronista, pues, obligado en este día!
¿Le pesó a Ricardo el título?... No habría podido saberlo. Desde hacía un rato, en el afecto de las jóvenes hacia los galantes artilleros, en el desvío de Ladi también para él, se estaba sintiendo cronista..., cronista exclusivamente, es decir, algo de profesional serviciario que no tuviese cordialmente nada que ver con la reunión.
Sin embargo, no tardó en restituirse a su importancia. Salieron, empezando la visita de talleres, y el coronel, interesado sin duda en que hablase bien El Liberal, le explicaba a él las cosas al mismo tiempo y con idénticas referencias que al ex ministro — quien por su parte no cesaba de sonreírle afablemente: «Ve usted... Usted no entiende de cañones...; pues verá... este cierre... González Hontoria... y Ordóñez aquél...» Para que lo viese, exclusivamente para que lo viese Ricardo, acudían los operarios, los