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134 — Felipe Trigo

en seguida, pasando una mano al otro lado del canapé para inclinarse a Rodrigo y estamparle un beso —. ¿Quieres jugar conmigo? ¿Quieres? ¡Vamos, di!... ¡O quieres teta! ¡Verás, toma... yo soy tu ama!

Mientras él se tapaba disimulando el llanto y esquivándola, Gloria, doblándose hacia él, cubríale con el cabello la cabeza como en un fanal.

Un puñetazo descargó Rodrigo en aquel seno blanco y duro, cuyo contacto en la boca le había causado impresión de asco insuperable.

— ¡So puerca! ¡Cochina! ¡Ahora se lo diré a mamá!... Y le diré también que sales a peinarte al fregadero y llenas de pelos los platos. ¡So puerca! ¡Puerca!

Corrió lleno de ira, gruñendo, con los puños apretados, tropezándose en los muebles y sin hacer caso a la doncella que, allí sentada, al aire sus blancos senos de rubia, reíase llamándole y le indicaba que no despertase a la señora... ¡Vaya, ni que no supiese que el ama Charo le daba tetita al dormirle! ¡Pobre nenín, que ya no jugaría más con la hermana!...